Me gustan las recetas de aperitivos y picoteos. Tener unas cuantas en el repertorio puede hacer que tus mesas suban del nivel supervivencia al nivel gourmet sin demasiado esfuerzo. No me vais a comparar unos aperitivos industriales y unas aceitunas con, por ejemplo, un hummus de remolacha... Para empezar, ya sólo con mentarlo, generaréis mucho más interés entre vuestros invitados, para bien o para mal. Aunque nos pese, siempre hay alguno reacio a la innovación.
Hoy os traigo una receta que a muchos os resultará novedosa pero muchos otros estaréis hartos de verla en todas partes. No es mi intención descubrir la pólvora aquí sino que, al igual que en otras ocasiones, sólo pretendo dejar registradas las recetas que a mi me funcionan. Recetas que he probado en varias ocasiones, en las que he realizado los ajustes necesarios para adaptarlas a mis gustos hasta conseguir el resultado óptimo -siempre bajo mi punto de vista, que no es mejor ni peor que el de cualquier otro-.
El hummus tradicional es una crema hecha con garbanzos y pasta de sésamo -tahina o tahini- aderezada con aceite de oliva, zumo de limón, ajo y especias. En esta ocasión quise aprovechar unas magníficas remolachas ecológicas que me trajo Diana de Ecoenvío para realizar esta versión un poco más llamativa y, para mi gusto, un poco menos pesada que la versión tradicional: la remolacha aligera la textura harinosa de los garbanzos, obteniendo un resultado más fresquito ideal para el verano.
La tahina la podéis conseguir con facilidad en herbolarios y tiendas de alimentación bio. En cuanto a supermercados, dependerá de la variedad de stock que tenga cada uno. En cualquier caso, cada vez es más fácil encontrar productos de este estilo.
Del cero al diez, la complicación de esta receta es menos cinco: lo más difícil es limpiar las remolachas sin que parezca que habéis cometido un crimen en vuestra cocina. Otra de las claves es una buena batidora. Hay quien prefiere el hummus con una textura un poco más basta, con trozos de garbanzos y hay quien la prefiere fina y homogénea. Yo soy de estos últimos. Vamos al lío:
Ingredientes:
200g de garbanzos
100g de remolachas (ya limpias)
100g de tahina
2 dientes de ajo
100mL de agua helada
4 cucharadas de zumo de limón
1 y 1/2 cucharaditas de sal
Aceite de oliva virgen extra
Preparación:
Ponemos a remojo los garbanzos en agua fría durante toda una noche: unas 8 horas. Pasado este tiempo, los escurrimos y los aclaramos con abundante agua.
Ponemos los garbanzos en una olla a fuego fuerte y los removemos para que se doren un poquito y después tengan mejor sabor. Agregamos agua fría y dejamos cocer hasta que los garbanzos estén blandos. Deben quedar suficientemente blandos como para aplastarlos con facilidad entre dos dedos, pero no tanto como para que se deshagan al tocarlos. Escurrimos y reservamos para que enfríen.
También tenemos que cocer las remolachas: lo ideal sería cortar los tallos y cocerlas enteras para pelarlas después de la cocción. A mi me resulta más cómodo pelarlas en crudo y cocerlas ya peladas. Se sacrifica un poco del sabor, pero a mi me compensa. Se cuecen en agua, sin más, hasta que se puedan pinchar con un cuchillo con facilidad. Reservamos para que se enfríen.
Ponemos en el vaso de una batidora los garbanzos, las remolachas troceadas, la tahina, los ajos, el zumo de limón y la sal. Batimos y vamos añadiendo el agua hasta conseguir una textura fina y homogénea. Debe quedar espeso pero suave: podéis añadir o restar un poco de agua para ajustar la textura final.
Reservamos la mezcla en la nevera para servirla bien fría. En el momento de servir agregamos un buen chorro de aceite de oliva virgen extra por encima de la crema y podemos decorar con semillas de sésamo, garbanzos cocidos, pimentón o hierbas al gusto.
Lo habitual es tomarlo untado en pan, tostadas o verduras a modo de paté o salsa para mojar. Según lo que os apetezca.
Espero que os guste.
viernes, 21 de julio de 2017
domingo, 14 de mayo de 2017
Tempura de verduras
Todos sabemos que no conviene abusar de las frituras en una dieta sana... pero de vez en cuando es un placer disfrutar de una como la que os traigo hoy: una tempura de verduras.
La tempura es un tipo de rebozado japonés que realmente tiene sus orígenes en los misioneros españoles y portugueses que llevaron hasta allí esta costumbre de rebozar y freír los alimentos. Evidentemente, en Japón esta fritura tuvo su propia evolución y hoy en día podemos decir que no tiene nada que ver una tempura con un rebozado clásico español.
La tempura es un rebozado irregular, fino y muy crujiente. Los alimentos se sumergen en una mezcla líquida del rebozado y después se fríen. Este liquido no debe cubrir los alimentos de manera uniforme, sino que formará una especie de encaje alrededor del producto cocinado.
La mezcla del rebozado tiene sus peculiaridades: el líquido debe estar lo más frío posible (generalmente se utiliza agua helada e incluso hielo), las harinas utilizadas no se deben batir demasiado para evitar que se desarrolle el gluten, así que la mezcla quedará algo grumosa y poco uniforme y la mezcla no se preparará con antelación para evitar que las harinas se hidraten en exceso.
Si buscáis recetas de tempura comprobaréis que existen mil variaciones; supongo que será algo así como la tortilla de patatas, que se hace de una forma ligeramente diferente en cada casa.
Las harinas más habituales para tempura son las de trigo, maíz o arroz -y todas las combinaciones posibles entre ellas-. Hay quien prepara la mezcla sólo con agua y hay quien agrega una proporción de alcohol para conseguir un rebozado todavía más crujiente (el alcohol se evapora rápido al entrar en contacto con el aceite caliente y evita que la masa absorba un exceso de grasa).
Además, hay un pequeño detalle en la elaboración, y es que una vez que el alimento rebozado está en el aceite friéndose, se le suelen verter por encima hilos de la mezcla del rebozado, de forma que se formen "barbas" alrededor del alimento y el resultado final sea todavía más impresionante.
Yo os presento mi versión que no os diré que me la haya revelado ningún gurú japonés, sino que es fruto de la investigación y mucho ensayo-error. En este caso la utilizo para rebozar tirabeques, pimientos de Padrón, pimiento rojo, zanahoria y champiñones Portobello, pero la podéis utilizar para casi cualquier alimento: langostinos, gambas, sepia, calamares, col rizada, nabo, cabalacín, berenjena...
Ingredientes:
60g de harina de trigo
60g de harina refinada de maíz (tipo Maizena)
1 yema de huevo
100mL de agua helada
100mL de vodka
5g de azúcar
5g de sal
Aceite para freír
Preparación:
Peparamos los alimentos que queramos rebozar: Los lavamos, limpiamos y troceamos en tamaños regulares. Reservamos.
En un recipiente mezclamos todos los ingredientes del rebozado evitando batir demasiado. No importa si quedan grumos. Como truco os diré que cuanto más fríos estén los líquidos, más espesa quedará la mezcla. Podéis incluso añadir unos hielos al líquido.
Ponemos el aceite al fuego. Para comprobar la temperatura vertemos unas gotas del rebozado en el aceite. La temperatura ideal hará que el rebozado burbujee y suba a la superficie con relativa rapidez, pero sin llegar a tostarse.
Vamos pasando los alimentos por la mezcla y los freímos hasta que el rebozado esté crujiente. Agregamos unos hilos de mezcla sobre los alimentos para incrementar la cantidad de rebozado que después disfrutaremos en cada bocado. Las tempuras no se doran demasiado sino que suelen ser bastante blanquecinas.
Retiramos sobre un papel absorbente para retirar el exceso de grasa y listo para servir.
A mi me gusta comerlas sin agregarles nada más, pero siempre podéis utilizar alguna salsa de vuestro gusto para acompañar la tempura.
Espero que os guste.
viernes, 14 de abril de 2017
Sorbete de Mandarina
Con la llegada del calor apetecen los helados y las bebidas frías. Me encantan los granizados, los sorbetes y demás familia, de hecho, en casa solemos prepararlos de todos los sabores: desde un simple granizado de limón hasta un frappé de lo más trendy.
Concretamente, los sorbetes y granizados me parecen -además de ricos y fáciles de preparar- una forma genial de aprovechar frutas que se encuentren en el límite de su vida útil.
Precisamente, en este caso me encontré que tenía en casa una buena cantidad de mandarinas que no habían salido demasiado dulces y se estaban quedando en el frutero viendo la vida pasar... ¿A quién no le ha pasado alguna vez? Así que me decidí a darles salida antes de que fuese demasiado tarde. Recurrí a mi fórmula magistral para sorbetes de fruta fresca y preparé este delicioso sorbete de mandarinas.
Las mismas proporciones que os enseño hoy sirven para preparar sorbetes de cualquier fruta de textura similar (reajustando la cantidad de azúcar según el dulzor de cada fruta): mandarinas, naranjas, limones, pomelos, fresas, piña... Si utilizaseis frutas más carnosas podríais necesitar un pequeño reajuste de los líquidos para que el resultado sea una bebida granizada y no un helado de frutas.
Algo que es fundamental para preparar este tipo de recetas es una batidora con mucha potencia, capaz de triturar el hielo de forma rápida. El hielo que utilizaremos para estas recetas es hielo industrial (el que venden en bolsas en supermercados y gasolineras); no utilicéis hielo hecho en casa porque se derrite con mucha más facilidad y el resultado no será bueno.
Vamos al lío. Con estas cantidades tendréis para 3-4 raciones:
Ingredientes:
500g de mandarinas
100g de azúcar
Un chorrito de licor de naranja
500g de hielo
Preparación:
Pelamos las mandarinas y comprobamos que no tengan semillas.
Ponemos en el vaso de la batidora las mandarinas, el azúcar y el licor de vuestro gusto (si no queréis poner licor podéis omitirlo). Yo utilizo Cointreau. Trituramos hasta conseguir un líquido muy fino y sin trozos de fruta ni pieles. Si utilizáis Thermomix programad 2 minutos a velocidad 10.
Agregamos el hielo y trituramos hasta que quede una mezcla homogénea y el hielo haya desaparecido.
Servimos inmediatamente y a disfrutar.
Concretamente, los sorbetes y granizados me parecen -además de ricos y fáciles de preparar- una forma genial de aprovechar frutas que se encuentren en el límite de su vida útil.
Precisamente, en este caso me encontré que tenía en casa una buena cantidad de mandarinas que no habían salido demasiado dulces y se estaban quedando en el frutero viendo la vida pasar... ¿A quién no le ha pasado alguna vez? Así que me decidí a darles salida antes de que fuese demasiado tarde. Recurrí a mi fórmula magistral para sorbetes de fruta fresca y preparé este delicioso sorbete de mandarinas.
Las mismas proporciones que os enseño hoy sirven para preparar sorbetes de cualquier fruta de textura similar (reajustando la cantidad de azúcar según el dulzor de cada fruta): mandarinas, naranjas, limones, pomelos, fresas, piña... Si utilizaseis frutas más carnosas podríais necesitar un pequeño reajuste de los líquidos para que el resultado sea una bebida granizada y no un helado de frutas.
Algo que es fundamental para preparar este tipo de recetas es una batidora con mucha potencia, capaz de triturar el hielo de forma rápida. El hielo que utilizaremos para estas recetas es hielo industrial (el que venden en bolsas en supermercados y gasolineras); no utilicéis hielo hecho en casa porque se derrite con mucha más facilidad y el resultado no será bueno.
Vamos al lío. Con estas cantidades tendréis para 3-4 raciones:
Ingredientes:
500g de mandarinas
100g de azúcar
Un chorrito de licor de naranja
500g de hielo
Preparación:
Pelamos las mandarinas y comprobamos que no tengan semillas.
Ponemos en el vaso de la batidora las mandarinas, el azúcar y el licor de vuestro gusto (si no queréis poner licor podéis omitirlo). Yo utilizo Cointreau. Trituramos hasta conseguir un líquido muy fino y sin trozos de fruta ni pieles. Si utilizáis Thermomix programad 2 minutos a velocidad 10.
Agregamos el hielo y trituramos hasta que quede una mezcla homogénea y el hielo haya desaparecido.
Servimos inmediatamente y a disfrutar.
viernes, 24 de marzo de 2017
Pudin de pan con manzana y miel
Creo que todos estamos de acuerdo en que cocinar es un placer. Te hace desconectar, te entretiene y estimula la creatividad. En la cocina hay de todo: hay misterio, hay acción, hay drama... encender los fogones puede ser una plácida travesía o una vorágine. A veces acabas agotado, pero siempre acabas volviendo a revolver los cacharros.
Pero existe otro placer de similares características: el orden. Ponerse a limpiar y a ordenar suele dar pereza, no nos vamos a engañar, pero una vez que empiezas y los resultados son visibles... ¡qué satisfacción!
Un día se juntaron la Señora Cocina y el Señor Orden y tuvieron una preciosa niña: la Cocina de Aprovechamiento, digna hija de sus padres. La cocina de aprovechamiento produce doble gusto: los placeres propios de la cocina y la satisfacción de salvar productos que, de otra forma, acabarían en el cubo de la basura.
Los púdines son dulces clásicos del recetario de aprovechamiento. Sirven para darle una nueva vida a los restos de pan que hayan quedado en casa. También se pueden preparar con bizcochos, magdalenas y otros tipos de masas similares.
En este caso vamos a utilizar pan y manzanas, doble aprovechamiento, pues es fácil que todos tengamos en el frutero alguna pieza despistada que se empieza a estropear: también podríais usar peras, por ejemplo. Como novedad vamos a incorporar la fruta en forma de compota en lugar de troceada. Eso le dará más jugosidad al pudin y una textura y sabor más uniforme.
Esta receta es un poco más elaborada que las de los púdines clásicos, pero si no queréis complicaros demasiado podéis consultar la receta del pudin de pan básico.
Ingredientes:
1L de leche
100g de azúcar
75g de miel
6 huevos
400g de pan del día anterior
400g de manzanas
50mL de ron
El zumo de medio limón
1 cucharadita de extracto de vainilla
Media cucharadita de canela
Caramelo (preparado en casa o comprado)
Preparación:
Precalentamos el horno a 180ºC con una bandeja amplia con agua para preparar un baño María.
Troceamos el pan con las manos y lo pasamos por el robot de cocina para conseguir trozos muy pequeños pero sin llegar a ser un polvo fino. La humedad residual del pan evitará que se triture demasiado fino. Yo utilizo todo el pan: miga y corteza, pero si lo preferís podéis utilizar sólo la miga. Reservamos.
En un recipiente amplio batimos la leche, el azúcar, la miel, los huevos, la vainilla y la canela hasta conseguir un líquido homogéneo.
Agregamos el pan a la mezcla anterior, removemos bien y dejamos que repose mientras continuamos con la receta.
Pelamos, descorazonamos y troceamos las manzanas (necesitamos 400g de manzanas limpias). Ponemos las manzanas con el ron y el zumo de limón en una tartera y la ponemos a fuego fuerte unos minutos para que evapore el alcohol: cuidado con el fuego, pues el ron podría encenderse como si de un flambeado se tratase. Si eso pasa no os preocupéis, dejad que se consuma el alcohol y listo. Procurad tener el extractor apagado: más vale prevenir que curar.
Tapamos la tartera y bajamos el fuego durante 10 minutos aproximadamente. A continuación destapamos y subimos el fuego para que evapore el líquido. Debemos conseguir una compota tierna de manzana con el menor líquido posible (quedan unos 300g de compota aproximadamente). Aplastamos los trozos de manzana con un tenedor para que quede un puré basto.
Agregamos la compota a la mezcla del pan y removemos hasta homogeneizar.
Caramelizamos un molde y vertemos en él la mezcla. Introducimos el molde en el horno al baño María y dejamos que se hornee durante 60 minutos hasta que al pincharlo con un cuchillo salga limpio.
Retiramos el horno con cuidado y dejamos que se temple. Conviene desmoldarlo mientras el caramelo todavía esté tibio, pues si lo dejamos enfriar por completo se puede agarrar. Debe desmoldarse con cuidado, porque la estructura del pudin todavía es algo frágil. Para facilitar el desmoldado podéis pasar un cuchillo fino por los bordes del molde.
Conviene que el pudin repose en la nevera un día para que termine de cuajarse. Después podéis dejarlo en la nevera o a temperatura ambiente. A mi me gusta mas tomarlo a temperatura ambiente porque los sabores se perciben mejor y la textura queda más jugosa.
A disfrutar!
sábado, 4 de marzo de 2017
Ensalada de patata, tomate y atún
Ya podemos ver que la primavera se va acercando. Por Galicia todavía tenemos días de frío y lluvia, pero ya se van intercalando con algunos días de sol y temperaturas más elevadas.
Y al llegar estas temperaturas más agradables empiezan a apetecer platos frescos como la ensalada que os traigo hoy. Para mi es una alternativa a la clásica ensaladilla rusa, muy fácil de preparar y perfecta como plato único, pues contiene verduras, farináceos y proteínas. Combo ganador.
Estas recetas se pueden adaptar de forma muy sencilla según nuestros gustos o los ingredientes que tengamos en la despensa en ese momento. En el caso de la foto utilicé tomates cherry y cebolla morada porque los tenía en casa de la última cesta que recibí de Ecoenvío, pero muchas otras veces la preparo con tomate y cebolla normales.
Normalmente las ensaladas se preparan y aliñan al momento de consumirlas para que la lechuga no se estropee. En este caso, pasa lo contrario. Si la preparamos y la aliñamos y la dejamos reposar un par de horas antes de servirla estará mucho más rica, pues los sabores se mezclarán mejor.
Ingredientes:
400g de patata
100g de cebolla
300g de tomate
4 huevos
2 latitas de atún (unos 200g)
Un puñado de aceitunas al gusto
60g de aceite de oliva virgen extra
20g de vinagre de Jerez
Una pizca de sal
Preparación:
Lo primero será cocer las patatas y los huevos para que estén fríos al momento de preparar la ensalada. Este paso podéis hacerlo con antelación si queréis ahorraros trabajo después.
A mi me gusta cocer las patatas con piel porque creo que tienen mejor sabor: lavamos bien la piel de las patatas con ayuda de un cepillo y las ponemos a cocer enteras en agua hirviendo con sal y una hoja de laurel hasta que al pincharlas con un cuchillo notemos que están tiernas. Las dejamos enfriar y les retiramos la piel.
Para cocer los huevos: los ponemos en agua con sal y contamos 10 minutos desde que el agua rompe a hervir. A continuación los enfriamos en agua fría. Deben estar fríos para que al pelarlos no se rompa la clara.
En un recipiente amplio ponemos la cebolla en juliana, los tomates cortados en dados, las aceitunas, y agregamos las patatas cortadas en dados, los huevos cocidos troceados y el atún bien escurrido del aceite de la lata.
En un tarro de cristal limpio medimos el vinagre y agregamos la sal. Removemos para que se disuelva. Añadimos el aceite, lo tapamos y agitamos hasta formar una emulsión uniforme. Ya tenemos lista nuestra vinagreta para el aliño. Si utilizáis una buena conserva con un buen aceite de oliva, podéis aprovechar el aceite de escurrir el atún para preparar la vinagreta y aportar así más sabor.
Vertemos la vinagreta sobre la ensalada, removemos y la tenemos lista para disfrutar.
Como ya os comentaba, si la dejáis reposar en la nevera, estará todavía más rica.
A disfrutar!
Y al llegar estas temperaturas más agradables empiezan a apetecer platos frescos como la ensalada que os traigo hoy. Para mi es una alternativa a la clásica ensaladilla rusa, muy fácil de preparar y perfecta como plato único, pues contiene verduras, farináceos y proteínas. Combo ganador.
Estas recetas se pueden adaptar de forma muy sencilla según nuestros gustos o los ingredientes que tengamos en la despensa en ese momento. En el caso de la foto utilicé tomates cherry y cebolla morada porque los tenía en casa de la última cesta que recibí de Ecoenvío, pero muchas otras veces la preparo con tomate y cebolla normales.
Normalmente las ensaladas se preparan y aliñan al momento de consumirlas para que la lechuga no se estropee. En este caso, pasa lo contrario. Si la preparamos y la aliñamos y la dejamos reposar un par de horas antes de servirla estará mucho más rica, pues los sabores se mezclarán mejor.
Ingredientes:
400g de patata
100g de cebolla
300g de tomate
4 huevos
2 latitas de atún (unos 200g)
Un puñado de aceitunas al gusto
60g de aceite de oliva virgen extra
20g de vinagre de Jerez
Una pizca de sal
Preparación:
Lo primero será cocer las patatas y los huevos para que estén fríos al momento de preparar la ensalada. Este paso podéis hacerlo con antelación si queréis ahorraros trabajo después.
A mi me gusta cocer las patatas con piel porque creo que tienen mejor sabor: lavamos bien la piel de las patatas con ayuda de un cepillo y las ponemos a cocer enteras en agua hirviendo con sal y una hoja de laurel hasta que al pincharlas con un cuchillo notemos que están tiernas. Las dejamos enfriar y les retiramos la piel.
Para cocer los huevos: los ponemos en agua con sal y contamos 10 minutos desde que el agua rompe a hervir. A continuación los enfriamos en agua fría. Deben estar fríos para que al pelarlos no se rompa la clara.
En un recipiente amplio ponemos la cebolla en juliana, los tomates cortados en dados, las aceitunas, y agregamos las patatas cortadas en dados, los huevos cocidos troceados y el atún bien escurrido del aceite de la lata.
En un tarro de cristal limpio medimos el vinagre y agregamos la sal. Removemos para que se disuelva. Añadimos el aceite, lo tapamos y agitamos hasta formar una emulsión uniforme. Ya tenemos lista nuestra vinagreta para el aliño. Si utilizáis una buena conserva con un buen aceite de oliva, podéis aprovechar el aceite de escurrir el atún para preparar la vinagreta y aportar así más sabor.
Vertemos la vinagreta sobre la ensalada, removemos y la tenemos lista para disfrutar.
Como ya os comentaba, si la dejáis reposar en la nevera, estará todavía más rica.
A disfrutar!
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